El Skottland era un pequeño cargero que se hundió por vía de agua en 1938...
Se encuentra próximo al Río Miera, en un fondo de arena a 48 metros. La zona suele tener corrientes, a veces algo fuertes.
Prefiero remitirme otra vez a Rafael González Echegaray, en su libro "Naufragios en la Costa de Cantabria"
Verdadera referencia para los que nos gusta este mundillo. Libro que por cierto, estuvo agotado mucho tiempo y desde hace unos años se volvió a editar, estando disponible otra vez...

Nadie mejor que él para contar lo que fue y cómo fue el último viaje del Skottland:
Bibliografía:
Se encuentra próximo al Río Miera, en un fondo de arena a 48 metros. La zona suele tener corrientes, a veces algo fuertes.
Prefiero remitirme otra vez a Rafael González Echegaray, en su libro "Naufragios en la Costa de Cantabria"
Verdadera referencia para los que nos gusta este mundillo. Libro que por cierto, estuvo agotado mucho tiempo y desde hace unos años se volvió a editar, estando disponible otra vez...

Nadie mejor que él para contar lo que fue y cómo fue el último viaje del Skottland:
Ida y vuelta a Suances: el "Skottland"
El día primero de año de 1938 se
hundía a dos millas de Cabo Mayor el único buque que, batiendo pabellón
extranjero, vino a caer durante los años trágicos de nuestra guerra civil en aguas santanderinas. Su
enterramiento exacto está a unas brazas del de su hermano gemelo, el montañés
«Río Miera», que terminaría por hundirse en el mismísimo paraje el 6 de diciembre de
1951.
Extraña predestinación la de estos
dos buques, nacidos ambos en una misma época en astilleros neerlandeses, con una
similitud absoluta de silueta y proporciones, que acaban al cabo de treinta años por
reunirse en la misma fosa, a lo mejor casco con casco, en quince brazas de agua entre
el Cabezo de Tierra y La Vaca, a la vista del faro. Los dos se hundieron de noche,
bajo el pantallazo blanco de la luz costera, con el garabato de sus tres palos
perforando la mar y la sombra de una despedida sin
vuelta.
El protagonista fue un barco noruego,
«Skottland» de nombre y Haugesund de matrícula, que nació el año 1919 con el
número 408 sobre las gradas de Geb. jönker en Kinderdijk. Era un carbonero de máquina
a popa, pozo en la bodega de proa, un pequeño puente solo sobre el saltillo
y tres palos; registró en principio 694 y más tarde 736 toneladas de arqueo y cargaba
un peso muerto de 950 toneladas métricas. Su eslora tenía 181,7 pies, su manga
28,5 y el puntal 12,2 el castillo media 21 pies, el puente 12 y la toldilla larga de
popa 106. Llevaba una máquina de vapor Bolnes —idéntica también a la del “Río Miera”
- de 83 NHP. y triple expansión. Empezó a prestar servicio en la más
importante naviera belga, el Lloyd Royal Beige, con el nombre de «Elvier» en compañía
de un gemelo llamado «Hastier» y eran ambos los dos menores de su flota, en
realidad unos pequeños carboneros que correteaban El Canal y los puertos del Mar del
Norte.
En 1930 se vende al armador inglés.
H. Cubbet, de Goole, y con bandera británica pasa a constituir la única unidad de
la lona Shipping Co., de Newcastle. En 1934 se matricula en North Shields y pasa a propiedad de la Cullercoat Shipping Co., y finalmente en 1935 abandona el pabellón
inglés —el red duster- y pasa a los armadores noruegos Nordbö, de Haugesund, que lo
rebautizan ‘Skottland’ y lo pintan de chimenea negra con una franja roja bordeada de
blanco y con una N también blanca en el centro. El «Skottland» fue uno de los
primeros barcos extranjeros, aparte de los alemanes, que recalaron en nuestras aguas todavía
en plena guerra a finales de 1937, reciente la liberación del norte. Patrullaban
el «Alava» y el «Galerna» y la flotilla de bous del Cantábrico ante la amenaza en potencia de los flecos rojos de las fuerzas navales republicanas del norte refugiados en Francia.
Teruel, el cénit trágico de nuestra contienda con horror de nieves y amigos perdidos para
siempre en la pesadilla espeluznante de la Muela y el Seminario, ponía una nota de angustia y
decisión en aquellas Navidades con el presentimiento en nuestras entrañas del triunfo a
ultranza. El control de la No Intervención,
ponía escrúpulos y parcialidades; la guerra mundial se acercaba por
segunda vez y con ella el destronamiento del admirable caciqueo de la
Royal Navy en aguas propias, libres y ajenas.
Por eso el Skottlando, en plenas
Navidades de hielo y de fuego, apareció una mañana inverso en la
tersura del azogue plano de la bahía dando al aire el gallardetón
blanco con los dos discos negros del Control, señal y pasavante del
mangoneo intolerable que se pretendía imponer sobre la sangre y la
furia de España en armas. A bordo del carguerín noruego viajaba un
oficial de Su Graciosa Majestad encargado de la fe pública
internacional...
De Santander, con práctico a bordo y
en lastre, el Skottland levó anclas y se fue a Requejada para cargar
en Hinojedo sus buenas 850 toneladas de pirita de hierro, y el día
de Nochevieja, con las últimas luces de la tarde, largaba amarras y
ría abajo buscaba la mar con destino al puerto francés de
Tonnay-Charente.
Cuando curzaba la barra de Suances, por
causa de la fuerte marejada reinante y del correntín de la
desembocadura de la Traviesa de
Adentro, el “Skottland” se desvió de la enfilación tocando en
unas piedras del margen del canal, que le produjeron una importante
vía de agua en el pantoque. Como los medios de reparación en aquel
lugar eran prácticamente inexistentes, el capitán, por consejo del
práctico, decidió dar toda máquina para llegar a Santander – 15
millas de distancia- , a fin de descargar y entrar en uno de los dos
diques secos de la capital. El “Skottland” echaba por la chimenea
los redaños de todos los caballos de su alternativa en una regata
contra reloj a vida o muerte para mantener la invasión del agua en
su casco.
Y llegó hasta Cabo Mayor; no pudo
seguir más adelante porque el agua penetró en la sala de calderas y
llegó a las bocas de los hornos. Entonces el “Skottland” pitó
hasta desgañitarse, lanzó bengalas y, viendo que nadie llegaba en
su auxilio, fue abandonado por sus 14 tripulantes que pasaron a los
botes salvavidas.
La luz del primer día del año 1938
ya no llegó a tiempo para el pequeño “Skottland”; su gente la
recibió, anonadada, desde la seguridad tranquila de nuestra ciudad
en pie de guerra.
Bibliografía:
GONZALEZ ECHEGARAY, RAFAEL (1976) - Naufragios en la costa de Cantabria. Santander: Ediciones estudio. ISBN 84-241-9954-5
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